Alzheimer: Nuevas estrategias terapéuticas

01.02.2022

En las dos últimas décadas, los investigadores han identificado numerosos genes implicados en diversas funciones del sistema inmunitario que también pueden contribuir al Alzheimer.

Algunos de los principales sospechosos son los genes que controlan las células inmunitarias llamadas microglía.

La microglía es una célula parecida a una ameba que recorre el cerebro en busca de lesiones e invasores. Ayudan a eliminar las células cerebrales muertas o deterioradas y engullen literalmente los microbios invasores.

En un cerebro normal, la microglía elimina una proteína llamada beta-amiloide a través del sistema linfático como basura molecular.

Pero a veces se acumula. Ciertas mutaciones genéticas son una de las responsables de esta acumulación tóxica. Las lesiones cerebrales traumáticas son otro de los motivos, y tal vez el deterioro de la función microglial.

Una vez que el amiloide empieza a obstruir las redes de neuronas, desencadena la acumulación de otra proteína, llamada tau, dentro de estas células cerebrales. La presencia de tau hace que la microglía y otros mecanismos inmunitarios se pongan en marcha, dando lugar a la respuesta inmunitaria inflamatoria que, según muchos expertos, acaba minando la vitalidad del cerebro en la enfermedad de Alzheimer.

Hasta la fecha, casi una docena de genes implicados en la función inmunitaria y microglial se han relacionado con el Alzheimer.

El primero fue el CD33, identificado en 2008. El CD33 es una especie de interruptor de encendido y apagado de la microglía, que activa las células como parte de una vía inflamatoria.

Gran parte de nuestro sistema inmunitario humano moderno, explica, evolucionó hace muchos cientos de miles de años. Nuestra esperanza de vida era mucho más corta que la actual, y la mayoría de la gente no vivía lo suficiente como para desarrollar demencia o las células cerebrales marchitas que la acompañan. Así que nuestro sistema inmunitario, dice, asume que cualquier tejido cerebral defectuoso se debe a un microbio, no a la demencia. La microglía reacciona de forma agresiva, limpiando la zona para evitar la propagación de la infección.

Si el CD33 es el yin, un gen llamado TREM2 es el yang.

Descubierto unos años después del CD33, el TREM2 frena la activación microglial, devolviéndola a su papel de ama de llaves celular.

La activación microglial en la demencia inminente como un arma de doble filo. Al principio, la microglía elimina el amiloide no deseado para mantener la salud del cerebro. Pero una vez que el amiloide y la tau acumulados han hecho suficiente daño, la neuroinflamación que acompaña a la activación microglial hace más daño que bien. Las neuronas mueren en masa y aparece la demencia.

En teoría, si un tratamiento pudiera, por ejemplo, disminuir la actividad de CD33 o aumentar la de TREM2, los médicos podrían algún día frenar o incluso detener la progresión de la demencia. En lugar de ir a por el amiloide en sí mismo -el mecanismo en el que se basan tantos fármacos de investigación contra el Alzheimer que han fracasado-, una terapia que anule la respuesta inmunitaria al amiloide podría ser la respuesta para tratar la demencia.

Fuente: Medscape Neurology